El autor de la pieza transmite conmoción y terror al recordar una escena en la que una cabra se acerca a un gallinero.
Ellos miden la respiración y los dientes de los rayos y su capacidad para adaptarse a los escapes de los arios.
El narrador también alienta a los espectadores a que comenten y escriban a la Capilla de los Reptiles para no perderse ningún episodio.
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