La conocida como Cultura Chinchorro estaba formada por grupos de pescadores y cazadores-recolectores que habitaron la costa del desierto de Atacama entre los años 7020-1500 antes de Cristo, ocupando zonas de los actuales Perú y Chile. Si por algo destacaron fue por sus antiguos ritos funerarios. De hecho es la primera civilización conocida en momificar a sus muertos de modo artificial.
Muchas de sus momias se descubrieron a principios del pasado siglo XX formando grupos en la playa Chinchorro, de ahí que recibieran este nombre. Pese a que se ignora el número exacto de momias recuperadas, en la actualidad hay unas 180 repartidas entre diferentes museos e instituciones de Chile. Ahora, según se informa desde el portal informativo chileno El Morrocotudo, un reciente estudio llevado a cabo sobre 15 de estas momias ha desvelado nuevos datos sobre su proceso de momificación, así como sobre el estado físico y la salud de los integrantes de dicha cultura.
Los quince restos momificados, casi todos de niños y fetos, partieron en cajas de cartón —fabricadas de manera especial para conservar sus cualidades milenarias— desde el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) de Santiago de Chile con rumbo hacia la Clínica Las Condes, donde los recibió el jefe de la unidad de radiología, Marcelo Gálvez. La colección Chinchorro del MNHN cuenta con 158 momias.
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“Las más antiguas tienen 7.400 años de antigüedad y provienen del yacimiento Camarones 14; otras son más tardías y su datación es de 4.000 años antes del presente. Se eligieron por ser las más completas y por tener sus cuerpos taxidermizados con un tratamiento complejo”, ha explicado a los diferentes medios la curadora del área de antropología del MNHN, Verónica Silva.
La investigación, que se está llevando a cabo mediante tomografías computarizadas, está desvelando importantes aspectos de cada momia analizada como su edad, el sexo, las enfermedades sufridas y las técnicas que se utilizaron para su conservación. Según informaciones ofrecidas desde la propia web oficial del MNHN, los primeros cuatro cuerpos fueron escaneados el sábado 22 de octubre, y el sábado 10 de diciembre se terminó de escanear el resto.
Tras tres sesiones completas de escáner, en las que cada uno de los cuerpos fue examinado capa a capa, algunas de las conclusiones indican que los Chinchorro, antes de proceder a la momificación, extraían toda la musculatura y cualquier estructura interna del cadáver, dejando el cuerpo esqueletizado salvo en manos y pies, que quedaban inalterados.
Representación de una momificación Chinchorro en el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, Chile. (Andrea021/CC BY-SA 3.0)
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Posteriormente, según continuó relatando la antropóloga física, a la momia se le daba el volumen necesario rellenando sus extremidades con fibra vegetal y la caja torácica con arcilla. Finalmente, reincorporaban la piel extraída. Los cráneos también eran esqueletizados. Un proceso que llevaban a cabo extrayéndoles la masa encefálica, rellenándolos con más arcilla y cubriendo su rostro con una máscara elaborada con el mismo material.
Respecto a las enfermedades que podrían haber padecido, se detectó una hiperostosis porótica, también llamada espongio hiperostosis, cribra crani u osteoporosis simétrica. Se trata de una dolencia consistente en una alteración en los huesos del cráneo que se caracteriza por una apariencia esponjosa y porosa de la bóveda craneal, acompañada de un adelgazamiento de su lámina ósea externa.
En antropología, el hallazgo de huesos de este tipo sugiere la existencia de episodios de malnutrición crónica en la población estudiada. Tanto es así que se considera que si la hiperostosis porótica afecta a un porcentaje importante de los cráneos de un estudio arqueológico, el conjunto de la población presentaría, probablemente, una nutrición deficitaria relacionada con una anemia debida a un déficit de hierro, ocasionada por una dieta pobre, infecciones crónicas o parásitos intestinales entre otras razones.